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Trayectoria de unas siglas

Sobre el PSOE y su agitada historia, ateniéndonos en ella vemos que en él habita un componente nacionalista español muy potente, donde muestra en múltiples ocasiones que eclipsa la naturaleza socialista y obrera contraria a sus siglas. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), el PSOE mantuvo una posición de intensa colaboración con los golpistas, que le valdría el reconocimiento y el agradecimiento del mismo dictador y de los elementos más radicales de aquel régimen.

El triángulo monarquía-militares-caciquismo se consolidó el 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera, capitán general de Catalunya, proclamaba el golpe de Estado (con la destacada colaboración de Alfonso XIII, otrora el elefante blanco del 23F de 1981), ponía fin a un largo periodo algo democrático de cincuenta años. Con las obligadas precauciones que implica hablar de democracia en la España de principios del siglo XX, es más exacto decir que pondría fin a medio siglo de constitucionalismo.

El objetivo de los golpistas no era otro que acabar con el sistema constitucional, esto es, la alternancia de partidos en el gobierno español: liberales y conservadores.  Claramente inspirado en el movimiento fascista de Mussolini y presentado al mundo como una gran operación de regeneración que quería extirpar los dos grandes problemas que ponían en cuestión España: la corrupción política.  Y en aquel escenario impuesto fue donde, golpistas y socialistas se entendieron tan bien. Besteiro y Largo Caballero, que controlaban todos los resortes de la maquinaria socialista hacía el cobijo del poder.

Las bases del PSOE y de la UGT se resistieron a colaborar con un régimen dictatorial protofascista que había enviado al limbo de la ilegalidad al movimiento sindical entero. La propuesta de muchos elementos de la cúpula socialista de la época, fue considerada por las bases una auténtica indecencia. El socialismo español se convirtió en una olla de grillos, hasta que sus líderes, con una hábil jugada, introdujeron en el debate el «problema catalán». El rechazo frontal a las reivindicaciones catalanas se convirtió, de repente, en el factor decisivo que cohesionaba de nuevo al socialismo español, que obtuvo unos beneficios inmediatos y unos costes a más largo plazo. El régimen dictatorial, premió a los dirigentes socialistas con algunos cargos en la estructura de poder del Estado. Largo Caballero, por poner un ejemplo, era nombrado consejero de Estado, compartiendo y departiendo como tal con los elementos más reaccionarios del régimen. Besteiro pactaba con Primo de Rivera un curioso camino, que no se andaría nunca, hacia un pintoresco sistema de alternancia, una pseudo democracia, con la presencia única y exclusiva de la Unión Patriótica, la derecha, o mejor dicho, la ultraderecha, y el PSOE, la izquierda, o, mejor dicho, la pretendida izquierda de «los españoles de bien». Los españoles de mal (la mayoría de las izquierdas) quedaban excluidos del sistema.

También, en aquel tráfico accidentado, se renunció a principios ideológicos fundacionales que, como mínimo, ponían en cuestión la historia del partido. En 1923, lo de que «a cada bugada perdem un llençol» significaría, en el chismorreo cuartelero del Borbón y el dictador, renunciar a los principios fundacionales del marxismo, del republicanismo y del federalismo. Algo así como lo que sucedió en Suresnes cincuenta años más tarde, en las postrimerías del régimen franquista. En aquel envite, González y Guerra jugarían el papel que medio siglo antes habían interpretado Largo Caballero y Besteiro. Y el exministro franquista Fraga Iribarne, en el papel de Primo de Rivera, una oscura maniobra política e ideológica, un pacto sólido con el poder económico del Estado que, en ambos casos, tenía un único propósito: el poder. Sustentado con el aparato represor de la Dictadura intacto, con distintos jueces miembros del TOP pasaron a ejercer en estancias superiores de la Judicatura, en definitiva, cientos cuando no miles de personajes oscuros y posteriormente sus descendientes, todos ellos  alimentados de la ubre ponzoñosa del fascista Franco, herederos de los que acabaron con el Régimen Legítimo de la República de 1931, con más de 1 millón de muertos y cientos de miles en cunetas o fosas, asesinados por el mero hecho de defender la Legalidad de las urnas. Cuando llegó el PSOE al poder hubo mejoras en la Sanidad, desaparecieron las Casas de Socorro y se potenciaron la Atención Primaria, se consolidaron las mejoras laborales que costó tantos sacrificios a obreros y sindicalistas durante los últimos años de la Dictadura eso hay que reconocerlo, pero Felipe González abrió la caja de Pandora de la privatización de las Empresas estatales, que terminó de rematar los sucesivos gobiernos del PP y PSOE, entre ellos los más esenciales, la Sanidad y la Energía, que está sufriendo en la actualidad toda la ciudadanía, mientras que los causantes se sientan en los Consejos de Administración de muchas de ellas.

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